Marx, el profeta

Posted on marzo 17, 2012 por

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Por Sebastián Rodríguez

En nuestro gran mundo actual, doce años después de empezar el siglo XXI, nos encontramos en uno de los sistemas económicos mas consumistas, desbordados y de libertad absoluta. Curiosamente, nos encontramos en uno de los momentos con más incertidumbre a nivel mundial. Tiemblan los principales pilares de cualquier sociedad: la economía, las finanzas y la sostenibilidad estatal. El temor de una recesión global, y el miedo a la caída de las grandes superpotencias económicas, lleva a miles de estudiosos en el tema a preguntarse por la llegada del fin del capitalismo, pero, sobre todo, a preguntarse si estamos viviendo algunas de las predicciones de Marx sobre este sistema económico, aquellas que para su tiempo fueron muy precipitadas.

¿Es la actual crisis económica mundial (los problemas de los países europeos) un fiel reflejo de lo que pronosticó el filósofo alemán al referirse a que el capital nace chorreando sangre por los poros? ¿Qué podemos encontrar en la economía actual que ya haya sido anticipado por Marx?

Primero debemos analizar, desde una perspectiva actual, cuáles son los ejes fundamentales del capitalismo.

Para que exista capitalismo, se necesita la posesión del capital. Como lo narraba Marx: el capital nace de la circulación de mercancías y la circulación desarrollada o el comercio. Estos aspectos son fundamentales a la hora de entender el sistema económico actual. En éste, la generación de plusvalía, para atesorar más valor, es el único objetivo claro. Esto lleva a una competencia descarrilada por la obtención de más y más recursos.

Otro de los pilares que permiten el armonioso funcionar del capitalismo es el trabajo o fuerza productiva. Desde que existe el capital, éste se convirtió en la fuerza propulsora del sistema: con el trabajo se garantiza la posibilidad de consumo, el cual permite, a su vez, la acumulación de riqueza. Y empieza el círculo vicioso. Trabajamos para ganar y ganamos para gastar. Con este flujo de dinero, mientras no existan factores externos que dañen el juego, se consigue una aparente calma en la economía.

El tercer pilar que quiero tocar es el de las leyes. Éstas, como lo dijo Marx, no sólo permitieron el despojo de tierras siglos atrás, sino que aseguran la defensa de la propiedad privada y facilitan el funcionar de la fuerza de trabajo. Así aseguramos la existencia de un status quo. El capitalismo, entonces, se mueve como un reloj: continuo y sin detenerse.

Conociendo los tres pilares, veamos su situación crítica actual.

¿Está el capital tocando fondo y perdiendo su fuerza? La búsqueda de generar valor ha creado, en las grandes entidades económicas y financieras, una descontralada ambición. Los mercados bursátiles quebraron en 2008 por la avaricia de querer más. Un pequeño grupo se enriqueció a punta de fraudes que afectaron a las personas menos favorecidas. Este ejemplo refleja lo que pasó a gran escala, pero, si analizamos todos los pequeños nichos de mercado a nivel global, observaremos replicas de este fenómeno. Marx lo había predicho: la acumulación de riqueza en un polo es, al mismo tiempo, acumulación de miseria en otro.

Por su parte, el trabajo se encuentra en una apretada situación. La competencia por producir ha llevado a que las grandes empresas inviertan sumas muy altas de dinero para mejorar la producción. Como resultado, hemos visto a las máquinas sustituir una gran parte del mercado laboral. Es lógico: son más eficientes y económicas que una persona. Con menos puestos disponibles, los índices de desempleo, en la mayoría de los países, se niegan a bajar. Esta es una de las predicciones que sugirió  el economista George Magnus acerca de Marx: al buscar más beneficios y productividad, se necesitan cada vez menos trabajadores, lo que desemboca en la creación de un «ejército industrial de reserva» de los pobres y los desempleados. De nuevo: los pobres se vuelven más pobres y los ricos más ricos.

Lo anterior crea un problema adicional. Con tanto quebrado y desempleado, la superproducción de bienes de las empresas se ve estancada pues no hay personas que consuman y mantengan el flujo capitalista en constante movimiento. Esta es una de las paradojas explicadas por Marx: una acumulación de producción sin la suficiente cantidad de circulación de capital para la compra. La mala distribución del capital circulante, sumada al temor de consumo, pueden llevar a un estancamiento de la economía. La gente que tiene preferirá ahorrar antes que consumir. Eso le pasó a la sociedad ultraconsumista gringa: sus hábitos de consumo cambiaron radicalmente después del 2008, y esa ha sido una de las razones por las que ha sido tan difícil reactivar la economía.

Todas estas circunstancias no podrían ser posibles sin el tercer eje del engranaje: las leyes. En las sociedades más capitalistas del mundo, las regulaciones por parte del estado son casi nulas y las leyes amparan a las grandes empresas. Este marco legal de libertad comercial ha permitido que las empresas crezcan casi sin control. Al mismo tiempo, ha garantizado que exista un gasto enorme en las naciones al crear un grupo de sub-empleados con subsidios de desempleo. El capitalismo llevó a vender gran parte de las empresas estatales, lo que no permite la creación de nuevos empleos, y las medidas de salvamento para muchas empresas han causado grandes problemas de liquidez. Las formas de financiar los estados ya no generan confianza en los inversionistas. Gracias a sus propias leyes, la inestabilidad también es de los gobiernos.

Desde hace dos siglos sabemos de la inestabilidad de nuestro sistema económico gracias al filósofo y economista. Sólo con observar a nuestro alrededor podemos ver que el círculo constante que mantiene vivo al capitalismo es el mismo que le puede ocasionar la muerte. Basta mirar las fluctuaciones económicas actuales para decir, como Marx, que “el capital nace chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies».

Imagen principal: tomada de aquí.